lunes, 3 de mayo de 2010

"El cristianismo no puede estar por encima de la ley"

GUATEMALA.- (SECOSICE) La Iglesia cristiana –que aglutina a la mayoría de guatemaltecos– frente a la debacle marcada por hambre, sangre e injusticia –salvo honrosas excepciones– no se inmuta y busca –incansablemente– “atraer más feligreses”.

Todo se vale para lograr ese objetivo; butacas cómodas, exquisitez en el manejo del sonido e iluminación; aire acondicionado… y hasta prometer que El Señor canjeará “milagros por dinero”. La Iglesia ha llegado a tal nivel de degradación que hoy hay templos y predicadores “para cada nicho de mercado”… los arribistas deben sentirse cómodos, codeándose con la elite y exentos de toparse con “la chusma”.

Se predica un evangelio que deja de lado lo toral… el amor al prójimo; se soslaya la búsqueda de la integridad y justicia, el reconocimiento de nuestra condición falible que nos hace criaturas dependientes de Dios y sumamente vulnerables, cuando nos apartamos de Su consejo. Se promueve –en contraposición– un discurso que fomenta la riqueza o la pobreza… para agradar a Dios… el cual se elige, de acuerdo al target de los oyentes.

Esta grave distorsión convierte la mayoría de los “cristianos” en alienados… sólo así se explica que aceptemos como válida la injusticia y corrupción. La distorsión de la palabra de Dios, a favor del status quo, es antañona, en el transcurso de toda La Biblia, vemos cómo religiosos y nobles, retorcían –a su favor– la voluntad de Dios y por eso El Señor les denominó: “raza de víboras, sepulcros blanqueados e hipócritas”, también aconsejó –al pueblo– “haced lo que ellos dicen, más no lo que ellos hacen”.

Esa actitud –confrontativa– es la que los hombres que Dios usó –en la antigüedad– jamás abandonaron. Jeremías, Amós y Elías –entre otros profetas– confrontaron la pudrición de su época, en la que participaban políticos y religiosos; Juan El Bautista también lo hizo y perdió la cabeza por “ser luz y sal” que es el mandado preclaro de Jesucristo, para Su Iglesia.

La Iglesia debe cambiar el rumbo y su voz debe escucharse en pro de la justicia; la Iglesia debe volcarse a las muchas necesidades presentes en nuestro país y dar ejemplo de pulcritud. El Antiguo Testamento es enfático en apuntar las consecuencias nefastas de pervertir el derecho: Deuteronomio 16:18-20 “Nombren jueces y oficiales para todas las ciudades… para que juzguen al pueblo con verdadera justicia.

No perviertan la justicia; no hagan ninguna diferencia entre unas personas y otras, ni se dejen sobornar, pues el soborno ciega los ojos de los sabios y pervierte las palabras de las personas justas…”. Amós 5:14-15 “Busquen el bien y no el mal, y vivirán… ¡Odien el mal! ¡Amen el bien! Asegúrense de que en los tribunales se hace justicia…”

Pese a esta claridad, un miembro “cristiano” de la Comisión de Postulación, aseguraba ayer en un matutino que: “se puede definir idoneidad, sin evaluar la honorabilidad”; por lo que sugiere que un fiscal, juez o magistrado, puede ser idóneamente deshonesto ¿Y la Iglesia?, calla. ¡Piénselo!