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Su esposa está preocupada porque le dicen que Cesario debe estar en reposo otras 6 semanas, mientras sus hijos de 5 y 3 años de edad, están con familiares en Chiapas. No tienen recursos para sostenerse en esta Ciudad de México, y no hay muchas personas que los apoyen. No hay dónde quedarse y si no trabajan no hay ingresos.
Cuando ingresó tenía una bala alojada en la columna vertebral como resultado de los disparos de los zapatistas por la espalda, cuando le sorprendieron junto con una veintena más de indígenas tzotziles saliendo de una reunión de oración de la Iglesia Nacional Presbiteriana. Uno de ellos murió al instante.
Recuerda Cesario que la mañana del pasado 6 de febrero hacía calor y antes de iniciar el día se reunieron para orar juntos a Dios. De repente se escucharon voces y balazos, por lo que de inmediato corrieron en varias direcciones para salvar su vida, acostumbrados ya a las agresiones de los zapatistas, católicos y caciques de la región.
Recientemente varios grupos evangélicos en municipios como San Cristóbal de las Casas, Las Margaritas, Teopisca, Zinacantán, San Andrés Larraínzar, Ococingo y Chenalhó, han declarado que están temerosos por la posible repetición de otro evento como el de Acteal, donde murieron 45 indígenas a manos de grupos paramilitares.
TIROS Y MACHETES
"Son gente muy violenta, nos corretearon y nos dieron alcance... A algunos nos pegaron con el machete y a otros los cortaron. Un hermano murió de varios balazos y machetazos", dice recostado en la cama 348 del hospital donde convalece.
"A mí me dieron un balazo en la espalda y corrí lo más que pude, pero me alcanzaron en el río… Me tiraron con la cabeza en el agua para ahogarme, pero uno de ellos me puso el machete en el cuello y me dijo: ‘hasta aquí llegaste’... Luego alguien me pateó la cara y perdí el conocimiento", dice con lágrimas en los ojos.
Cesario quedó inconsciente y se lo llevaron a una casa donde los zapatistas lo tuvieron secuestrado dos días sin probar alimento. Cuando pedía agua lo golpeaban y se desmayaba constantemente, ya que se desangraba poco a poco.
RESCATADO
Finalmente, el 8 de febrero los zapatistas permitieron entrar a miembros de Protección Civil para rescatarle a él y a otros 3 prisioneros también heridos. Cesario fue trasladado a Tuxtla Gutiérrez, pero no se le dio la atención adecuada. La presión de algunos pastores presbiterianos logró que fuera llevado como caso urgente al Distrito Federal.
Como resultado de su proceso Cesario hoy necesita utilizar pañales deshechables, porque la lesión medular no le permite controlar sus esfínteres, sin embargo, dice estar listo para trabajar después de que salga del hospital. Su fe sigue firme...
Fuente: ProtestanteDigital.com